Como un viajero constante, me gusta llegar a cualquier ciudad y aventurarme de la manera más profunda posible. Pero siempre necesito esos pequeños resquicios de seguridad y comodidad de algo conocido. Como todos, siempre busco esos logotipos que me ofrecen lo que conozco en casa, que me dan servicio como lo requiero y como estoy acostumbrado a ello. Por eso, cuando pasan más de 10 días y estoy fuera no salgo corriendo a buscar una taquería, pero sí llego a agradecer la esporádica comida en alguna cadena que acá puedo visitar mucho menos de lo que se imaginan o, en otras ocasiones, recurro a alguno de los lugares descubiertos con buen café mexicano y me pido un espresso con ese grano oaxaqueño o chiapaneco que anda dando la vuelta por el mundo y que siempre me regresan en aromas a San Cristóbal de las Casas o a un lugarcito frente al Ex-Convento de Santo Domingo. No le llamaría el síndrome del jamaicon, sino la urgencia de saber que, sin importar dónde esté, siempre estaré seguro.
“Nos quitaron tantas cosas que hasta nos quitaron el miedo”, se lee en una de las tantas pancartas que se vieron durante las marchas para exigir justicia por el caso de los 43 normalistas desaparecidos en Guerrero. Hace mucho tiempo que una frase no me causaba tanto silencio, tanta reflexión y, sobretodo, tanta impotencia de saber que, sin duda, la primera parte de la frase es enteramente cierta. Ya veremos si la segunda es también igual de cierta. Y no es una frase nueva. Se vio en las marchas en Venezuela, se leyó en las bardas pintadas en Colombia cuando la peor crisis social que exigía una lucha frontal contra la guerrilla. Se leyó, incluso, en inglés, árabe y otros idiomas en muchas manifestaciones alrededor del mundo. Pero aquí, hoy, caló profundo al ver la imagen entre los miles de manifestantes que ayer llenaron las calles de la ciudad de México en una de esas movilizaciones sociales que pocas veces se pueden ver y que uno quisiera que menos veces fueran necesarias. Pero además, en estas calles se puede sentir el clamor de dos entes completamente ajenos y distantes que se entremezclan en la vorágine de las consignas, en el barullo de los gritos y, sobretodo, en la brutalidad de las exigencias. Por un lado están los mismos de siempre, exigiendo renuncias, pidiendo cabezas, aventando culpas abstractas a un Estado que ni siquiera comprenden en su remolino de insatisfacciones políticas y no sociales, aquellos que buscan con nostalgia, aunque sin saberlo, el retorno del presidencialismo absolutista que con un sólo dedo señalando culpables, causas y consecuencias podía hacer desaparecer todo o, incluso, podía limpiar hasta la más imbécil de las imágenes burdas de sus fracasos. Ellos, quienes buscan la caída del sistema sin lograr siquiera entender qué hacer en el hipotético caso de lograrlo, empujando al desastre y a la fantasía de una utopía basada en el caos y la anarquía, se mezclan en las marchas y en los gritos entre auténticos grupos a los que hay que ponerles atención.
La gente grita “Fue el Estado”, “EPN traelos de vuelta” (en inglés, cosa que no termino de entender fuera de las redes sociales), “Presidente Asesino”, y otras echadas de culpa directo a una figura presidencial que, más que jefe del ejecutivo, se ha convertido en el objetivo de los odios sociales de años y años sin curar, sanar o corregir. Sin embargo, es un hecho que la culpa está mal repartida y que, de nuevo, la desinformación y la falta de verdadera participación ciudadana (con todo lo que esto significa como la búsqueda de la información, la comparación de posturas políticas y sociales, la renuncia a seguir pensando en abstracto cuando se trata de la protesta, por ejemplo, entre muchas otras responsabilidades que conlleva la participación) están haciendo mella en el ánimo social, ayudada y aumentada por un claro lineamiento de la oposición radical que cree, de nuevo en el abstracto, que ser oposición es ser simplemente decir no y actuar de esa forma ante cualquier cosa que el sistema, por ser sistema, requiere de ser vapuleado.
La muerte (o desaparición, para quienes quieren seguir en la falsa esperanza de que los encuentren con vida) de los 43 normalistas de Ayotzinapa tiene una causa que comienza en el espejo de todos aquellos que forman parte de la institución ciudadana. Porque es ésta última la institución que está más podrida de todas las que conforman el Estado mexicano. Hace varios años, cuando AMLO mandó al diablo las instituciones, alguien debió advertirle que la ciudadana ya estaba instalada ahí desde hace mucho tiempo. Y es que este crimen que nos habla de la barbarie en la que se encuentra el país en su núcleo social tiene culpables específicos, con nombre y apellido, pero también cómplices en la sociedad queha permitido el crecimiento de la permisibilidad de los crímenes del día a día, en el valemadrismo de una ciudadanía que deja crecer los, ahora tan de moda llamados ‘cánceres sociales’ ante su indiferencia e, incluso, su participación directa o indirecta. Vaya, los 43 muertos (o, insisto, desaparecidos, para no tocar sensibilidades esperanzadoras), son la consecuencia de un país que ha crecido bajo la máxime de ‘hágase su voluntad en las mulas de mi compadre’.
Gritar y señalar con el dedo a una figura presidencial como el absoluto causante de lo sucedido es, irónicamente, prueba absoluta e infalible de que ese sistema presidencialista que tanto critican y que tanto han chillado por los rincones quienes conocemos de siempre, vive gracias a ellos mismos. Otorgarle al presidente de la República esa figura omnipotente y absoluta de destruir al país, salvarlo o dejarlo en la ruina (según sean sus afiliaciones políticas) es prueba de que es la sociedad misma la que añora, necesita y ruega por la existencia del poder absoluto de un sistema que, les guste o no aceptar, hace muchos años desapareció de nuestra realidad nacional. Y es, además, minimizar, incluso aniquilar, los mismos movimientos, organizaciones, partidos, figuras y líderes que ellos mismos creen como la verdad que habríamos de estar persiguiendo y el camino que nos lleve a la salvación a través, insisto en la ironía, de una sola persona o una sola institución.
Ayer leí a León Krauze preguntándose “¿por qué está siempre enojado David Penchyna?” y el link al que hacía referencia era una declaración del Pdte. de la Comisión de Energía del Senado de la República donde decía que era un “debate de idiotas” el tema de las reformas agendadas en fechas mundialistas. La pregunta que quiero hacerle es, ¿En serio no estaría enojado usted?
“Un debate de idiotas” dice Penchyna que traen en el PRD para parar las reformas por el Mundial.
Dedicado a Rodrigo Gómez, quien hizo las dos preguntas que motivaron este artículo.
Después de muchos rumores y especulaciones de medios internacionales, la noticia ahí está: Hugo Chávez Frías ha muerto. Y no importa si murió, como dice el ABC en Cuba y fue trasladado a Venezuela de manera secreta; menos si, como un articulista de Le Monde sugirió, murió hace meses pero se estaba gestando el mito de la lucha contra el mal del cáncer que fortalecería el chavismo post-Chavez para las elecciones por venir; menos si murió como nos lo dijeron, pidiendo no morir y temeroso del final como la mayoría de los seres humanos, postrado casi sin hablar en una cama de hospital, incapaz de vencer ya sea el cáncer o el cansancio. La única verdad es que ha muerto el presidente venezolano al que ni el Rey Juan Carlos de Borbón pudo callar y que sacaba ámpulas en el 1600 de la Avenida Pennsylvania cada vez que se aventaba una declaración sobre los yanquis de mierda a los que mandó al carajo con tal fervor y aplausos que ha sido, por mucho, la imagen más recurrida en sus exequias audiovisuales en todos los medios. Y hay dos preguntas en el aire que no logro responder.
México amaneció ayer, como todos los días desde hace muchos años, secuestrado por sus traumas y por sus miedos históricos. Esos temores sociales que han permeado a los gobiernos con base en un sector de la sociedad que, de manera sistematica, recuerda las palabras claves de los grandes temblores emocionales que han llevado a sobrevalorar el término “costo político” y que, con el tiempo, han descompuesto a una sociedad que ya no puede más con sus propias incongruencias. Déjeme explicarle.
Con este post, comenzamos a publicar aquí, los artículos que Victor Hugo Michel escribe en su blog de Milenio Diario. ¿Por qué? Porque es uno de los mejores reporteros que hay en México.
Por: Victor Hugo Michel
Pena en México por tráfico de armas: cinco a treinta años de prisión y si hay agravantes, hasta 45 años. Pena en Estados Unidos por el mismo delito: libertad condicional… por sólo un año. El Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego de Estados Unidos (ATF por sus siglas en inglés) no sólo ha dejado pasar miles de armas a México: también libera con apenas una amonestación verbal a los traficantes que abastecen de armamento a los cárteles de la droga.
Extraordinario texto de Miguel Carbonell, publicado en la sección Escritos de Divulgacion, de su blog MiguelCarbonell.com
Contra la Censura a Presunto Culpable Por: Miguel Carbonell
El intento de detener la exhibición de la película “Presunto culpable”, bajo la excusa de que una de las personas que aparece en la película no dio el permiso para la filmación de su imagen, es un acto clamoroso de censura previa y no debe ser permitido bajo ningún concepto [1]
Recordemos que la libertad de expresión tiene como consecuencia la prohibición de toda forma de censura, en un doble sentido: a) no se puede censurar a los interlocutores en cuanto sujetos dotados de la posibilidad de participar en los debates de la res publica; y b) no se puede tampoco censurar –al menos de forma previa- los contenidos posibles de la discusión: en principio, todos los temas son discutibles dentro de una democracia y por tanto sobre todos ellos se proyecta la libertad de expresión [2].
Hoy, mientras caminabamos en esta ciudad, en camino a recoger nuestro boleto de avión para salir inmediatamente de vacaciones -no se preocupen, seguiremos actualizando a pesar de las vacaciones- recordamos que la sección de Política está abandonada. Y, como señal, alcanzamos a escuchar un anuncio radiofónico en el que el mensaje nos decía que, si nuestra credencial electoral decía 03, podríamos votar. Inmediatamente nos surgió una pregunta en la mente: ¿no nos zambutieron hasta en la sopa su cantaleta “Si es 03… renueva”? Y, lo peor de todo, ¿cuánto costó eso? Así que, bajo esa dinámica, hoy quermos dejarles un pequeño ejercicio en el que esperamos su participación. Aquí va una serie de preguntas con destinatario -o destinatarios, si es el caso- incluídos. Se aceptan otras.
Ya platicaremos a fondo sobre este asunto. Es más, se nos acaba de ocurrir enviarle un cuestionario a manera de entrevista a algunos analistas políticos para que nos den su opinión sobre lo que está sucediendo con las violaciones al TLC y las medidas de “represalia” que se están tomando en contra de Estados Unidos. Y, sobretodo, buscaremos su opinión acerca del tema con la visita tan cercana de la Secretaria de Estado Hillary Clinton y las declaraciones que se han venido intercambiando entre representantes de ambos gobiernos. Por lo pronto, es bueno ver que se hace algo por apuntalar un tema del TLC que tanto daño le hacía al lado mexicano. La noticia la tomamos directa de AFP.
Seguimos con el decálogo que nos ha dejado la elección presidencial en Estados Unidos. Hoy ya Obama comienza a armar su gabinete y todos tenemos que mirar hacia lo que sucedió para buscar las lecciones. Sí, fue una decisión histórica de los norteamericanos, pero no sólo por el hecho de que Barack es afroamericano, sino por las causas y consecuencias que la participación ciudadana tuvo. Vengan los últimos cinco puntos del Decálogo para llegar a la Casa Blanca.
Barack Obama ha llegado a la Casa Blanca -bueno, le faltan un par de meses para mudarse, pero ya es Presidente Electo- y no ha sido un camino facil. Detrás de una campaña larga y llena de ataques de todos los contrincantes -internos y externos-, queda la lección de los resultados y el proceso para acceder a la oficina oval. ¿Cabe la esperanza de que nuestros políticos aprendan de cómo hacer estas campañas? Quizá, pero habría que entregarles, para empezar, una especie de Obama para Dummies y esperar que lo lean. Así que, para poner nuestro granito de arena, aquí la primera parte del Decálogo para llegar a la Casa Blanca según lo vemos en CarlosDragonne.COM.
Hay muchos elementos que nos pueden definir por qué Barack Obama será el nuevo presidente de los Estados Unidos de América. Desde la pobre elección del candidato republicano pasando por el lastre de un presidente actual que no hbaía manera de superar. Pero Obama es presidente por una campaña inteligente, con contenidos y propuestas directas que afectaron a millones de norteamericanos, con un discurso de esperanza que pudo hacer que una nación, metida en la más profunda crisis y deprimida en todas sus líneas, se levantara con ánimos de ganar y de cambiar un país. Y como los grandes, todo empezó con un discurso. Y tres palabras: YES, WE CAN.
Este artículo lo publicamos en Milenio el 25 de septiembre de 2002, tras la muerte del entonces Secretario de Seguridad Pública Federal, Ramón Martín Huerta. Hoy lo recordamos porque los mensajes son claros y está en nosotros pensar en lo que pasó y las circunstancias políticas similares. Aquí se los dejamos.
“La desconfianza es madre de la seguridad.” -Aristófanes
Ramón Martín Huerta fue, quizá, el miembro más cercano del gabinete a Vicente Fox, con quien lo unía una amistad desde 1970 que tuvo como resultados su nombramiento como secretario de gobierno en Guanajuato, gobernado interino, subsecretario de gobernación y secretario de seguridad pública federal. El miembro del llamado Grupo Guanajuato murió en un accidente que está envuelto en más niebla que la que cubrió al helicóptero. Pero, ¿Cuáles son los logros y la carrera de quien hoy deja acéfala a la SSP?