TV. La enorme distancia en los reality shows

No puedo evitarlo. Hace un buen rato que no tocamos el tema de la televisión y, lamentablemente, no podemos hablar de un éxito o una absoluta maravilla dentro de la televisión nacional, sino repasar lo que sucede en la televisión de realidad, movimiento sociocultural imparable y que se ha convertido en la nueva forma de entretenimiento -cual profecia orwelliana cumplida y perfeccionada obsesivamente- en todo el mundo. Y se los digo porque tuve una párabola de sentimientos del mismo tema en la misma semana. ¿Quieren saber de qué hablo? Vengan…

«3 Dev Adam»… Tan mala que divierte…

¿Se acuerdan de lo que decíamos acerca de respetar a los personajes y licencias en un post anterior mientras hablabamos de Marvel Comics? Pues olvídenlo mientras leen esto. Acaba de llegar a mis manos un DVD que busqué durante años. ¿La razón? Simple morbo y vicio de coleccionista incurable de cine. Porque es un hecho que la película está catalogada (a la espera de otra película que aún no recibo y que aún no veo) como la peor cinta que he visto en mi vida. Y miren que tengo mi cuota. Pero es tan mala que divierte en exceso. Se trata de «3 Dev Adam», cinta turca de 1973 que también se conoce como «3 Mighty Men» o -y aquí es donde viene la gracia entera de la cinta- «Captain América and Santo VS Spiderman». Sí, así como lo leen. Chequen el poster y sigan leyendo.

91 Horas al Absurdo

A Sísifo, los dioses le condenan a llevar una piedra hasta la cima de una montaña pero, al no tener un lugar en donde quede estable la piedra, ésta vuelve a caer y Sísifo tiene que volver a subir con ella. Así por la eternidad. Albert Camus utiliza el mito de Sísifo para reflexionar sobre lo absurdo de un trabajo y las percepciones del sin sentido. Me vino a la mente el ensayo de Camus tras leer la inquietante realidad plasmada por Mauricio Juárez y Fernando Damián en estas páginas el 2 de mayo. Déjeme explicarle.

El miserable debate

Me hubiera gustado pensar que nuestros políticos aún no caían en el vil cinismo de celebrar la mediocridad y la estupidez dentro de las mismas instituciones. Más aún, quisiera creer que la polarización del país no es tan extremadamente ridícula como para caer en la lamentación de no poder llegar a los golpes, las balas, los sablazos o vaya Usted a saber qué mas. Pero no. La triste realidad es que nuestros políticos sí están en el límite de lo absurdo y se esfuerzan todos los días por recordárnoslo a través de sus declaraciones, sus exposiciones, sus discursos… vaya, a través de su simple accionar.