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Cinecrítica. Funny Games (Haneke, 2007)

abril 1, 2009

Hay cintas que más que películas son ejercicios cinematográficos dignos de atenderse y analizarse como tales. Hablamos hace unos días de Death Proof, ejercicio de Tarantino a manera de homenaje a la industria de los filmes de serie B que proliferaron en los años 70’s y 80’s y hoy llegamos a un título que muchas personas nos habían recomendado pero que todas, al mismo tiempo, nos advertían que no era una película «normal». Esto es Funny Games.

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Michael Haneke hizo esta cinta en Austria en 1997 y fue tal el éxito en la crítica y el público que 10 años después, retomó su proyecto anterior y lo realizó, cuadro por cuadro, pero en inglés, con un reparto norteamericano y listo para su distribución internacional. De entrada, la historia se presta para ponerle atención. Anne (Naomi Watts), George (Tim Roth) y su hijo Georgie (Devon Gearhart) van rumbo a su casa de campo para una semana de descanso. Tras su llegada, dos jóvenes llaman a la puerta con una educada petición. Sin embargo, cuando Anne y George se sienten invadidos y éste les exige que se vayan, Peter (Brady Corbett) y Paul (Michael Pitt) atacan a George y comienzan un juego de tortura física y psicológica bajo la única premisa de un simple juego: apostar si la familia logrará sobrevivir hasta las 9 de la mañana del día siguiente o no. Cuando George pide, en la desesperación y el dolor, una explicación del por qué la tortura lenta y despiadada, Peter resume el concepto detrás de toda esta cinta en una simple frase: Desestimas el valor del entretenimiento. Aquí es donde arranca el ejercicio/crítica/odisea que Haneke ha creado por segunda vez de manera magistral.

Haneke utiliza esta cinta para denunciar, acusar y poner en evidencia clara el gusto que tenemos por la violencia y, al mismo tiempo, la doble moral que nos rige como grupo social pues, si bien disfrutamos la sangre, el morbo, la tortura y la agresión en nuestros medios de comunicación, nuestras historias y expresiones artísticas, también queremos que, después de todo lo que se ha sufrido, vuelva la normalidad y los finales felices. Es parte de esta proyección que, como individuos, tenemos del héroe perfecto que es capaz de sobrellevar las peores visicitudes y, aún así, salir airoso. Hemos crecido en círculos sociales que, desde todos los ángulos, magnifican el camino del sufrimiento para llegar a la cúspide, ya sea en el ámbito laboral, familiar o religioso. Haneke lo sabe y se burla de ello. Nos enfrenta con la crudeza de una realidad más allá de la fantasía de la pantalla y lo hace con un ejercicio cinematográfico creado, exclusivamente, para jugar con la mente del espectador, con los nervios y las emociones del que está del otro lado de la pantalla. Esto lo vemos desde la secuencia de los créditos, en la que la tensión para el público se crea con una dinámica contradictoria entre imagen y sonido que causa un verdadero conflicto con lo que estamos acostumbrados a ver. A partir de este momento, Haneke creará una atmósfera en que desespera y desconcierta no por su irrealidad sino, por el contrario, debido a la posibilidad de que así sea como suceden las cosas en este mundo enfermizo y devastado por la violencia. La ruptura de la cuarta pared -elemento muy dificil de lograr exitosamente- establecida por el personaje de Michael Pitt una y otra vez, hace que nos convirtamos en cómplices indefensos de una tortura y de la violencia psicológica que significa. Y Haneke lo hace sin preguntarnos o avisarnos. Simplemente, cual psicópatas que arman una defensa alrededor de un jurado inexistente, nos convierten en parte de su rictus asesino que, conforme avanzan los minutos, sabemos que lleva ya días sucediendo una y otra vez, como círculo eterno que nadie ha podido detener.

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Los planos son largos, lentos, con una reminiscencia total de la escuela Tarkovskiana en la que la lentitud de los planos está ahí para hacernos sentir ese cansancio, esa transpiración. Para que se den una idea, hay un plano secuencia que dura arriba de diez minutos de los cuales nueve la cámara está fija en el mismo encuadre y la acción en pantalla no puede ser más desesperante. El cine tradicional nos tiene acostumbrados a hacer de estas secuencias trepidantes, con el típico leit-motiv de angustia, movimiento, velocidad. Haneke no hace eso, nos hace sentir la desesperación del momento. No quiero contarles mucho para no echar a perder nada de la trama. Sólo puedo decirles que, una vez más, en esta secuencia Haneke nos rompe el molde y nos cambia la perspectiva. Esta lentitud en planos largos y cansados se transmuta en el personaje de George, muy bien realizado por Tim Roth, como un hombre vencido por sus miedos, su ineficacia y su impotencia. George no se mueve, no hace ni deshace. Se acurrruca de inmediato en el papel de víctima incomprendida e indefensa, en contraste con una Naomi Watts -en una de las mejores actuaciones que se le recuerde- que, a pesar del torbellino de violencia al que fue arrastrada, aún encuentra fuerzas para pelear contra su propio pánico, primero, y los asesinos que la acosan, después. Michael Pitt está extraordinario como Paul, el encantador y educado asesino que, con su sonrisa, es capaz de destruir todo lo que la familia ha creado y creído sólo por el gusto de hacerlo. Los cuadors donde Paul rompe la cuarta pared están ahí para lograr que lo despreciemos aún más, que sintamos un odio repugnante por ese hombre de educados y gráciles movimientos y sonrisa inocente que puede amenzaranos con una escopeta mientras apuesta que no llegaremos vivos a la mañana siguiente. Brady Colbert hace su papel como apoyo y herramienta de Pitt para su lucimiento y no desmejora en ningún momento la cinta.

Creada cuadro por cuadro a réplica de la cinta original, esta película podría ser una de las más incomprendidas en la industria pues el público, inconsciente ante las razones de fondo y sin comprender el por qué, se siente agredido, burlado y violentado por el cine de Haneke. Por ello las críticas se dividen entre una cinta extraordinaria o un absoluto fiasco. Pero la realidad es que las reacciones negativas son sólo la defensa natural e inmediata de una audiencia a la que Haneke, durante 111 minutos, trata como un sádico creador de emociones. Los juegos a los que hace referencia el título, más que ser los que Peter y Paul juegan con la familia, son los que el director está dispuesto a jugar con la mente de todos nosotros, así se lo permitamos o no.

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Calificación: 8
Recomendación: Réntenla o cómprenla pero sólo si son de un criterio amplio, cinematográficamente hablando. Es un cine único que no cualquiera puede soportar. Sufre lo mismo que
The Blair Witch Project, que aún se debate en el público entre un bodrio y una obra maestra. Yo, por supuesto, me inclino a la segunda opción.

Saludos,
D

4 comentarios

  1. en realidad a mi no me gusto para nada, ademas de mucho relleno y humor agrio, la pelicula, andaba bien, hasta el punto donde retrocedo todo hasta que no muere su amigo del otro loco, que es? una mezcla de clik? donde puedes controlar la vida con un control remoto? ami no me gusto para nada y el final que le dieron, que cosa son los actores una especie de alienigenas que controlan el mundo y no duermen???çç


  2. Como la mayoría, intenté ver la película como cualquier otra remake, como cualquier otro bodrio japonés remasterizado (Eso pensé al ver a Naomi Watts otra vez en una cinta de terror).

    El director me hizo desear ver bien muertos a los dos psicóticos desde que armaron la revuelta de los huevos… por parecer estúpidos, por parecerme todo un poco retorcido, incómodo… hasta que me dí cuenta que nunca disfruto y me identifico tanto con una película como cuando me hacen formar parte de ella. Si hubiera visto Funny Games para comer pochoclo, me los hubiera metido por el culo. Esta película es una joya del cine moderno, comparable con La Naranja Mecánica. Yo no vengo a buscar las verosimilitud del relato (o Alex, en la pelicula de Kubrick llevaba ese ridículo protector pélvico por alguna razon?).

    La famosa escena del rewind… el mensaje es: «hasta acá, esto es lo que querías ver, QUERIAS VER UN AGUJERO DE ESTE TAMAÑO EN LA PANZA DEL GORDO ESTUPIDO Y QUERIAS VERLO VOLAR POR EL AIRE? Bueno, eso no va a pasar, metete el final medianamente justo y feliz por el culo».

    Juro no haber entendido esa escena hasta que analizé la pelicula con seso.

    No importa la verosimilitud de la película, importa el mensaje, la angustia que me han generado me dejará turbado varios días mas. Pero creo que hoy aprendi a hacer cine, a generar terror casi sin escenas explícitas y, sobre todo, me encontré con un director que no ostenta nada, que no necesita ser detallista, ni épico, ni fanfarrón para hacerme aterrar de mí mismo. El malo de la película soy yo.


  3. tu podras decir lo que quieras pero como pelicula es un bodrio y han habido mejores directores que han sabido captar mejor la esencia de lo irreal.
    como por ejemplo el director de trainspotting o el de requiem for a dream.
    esto es violencia gratuita y sin sentido. la peli esta echa en torno al mando a distancia. para que la gente diga lo del mando y se corra la voz de esa escena y la gente vaya a verla.
    pelicula sin sentido, sin trama y sin guion.
    el que quiera ir de original y tacharla de obra de arte que lo haga… pero no es la verdad… una pelicula para el olvido, que no volveras a recordar una vez vista.


  4. Me apreció una gran película porque en todo momento me puso al borde del suspenso en especial cuando parece que los dementes se fueron y rueda por el pasillo la pelota de golf… fué increíble y esta película no es nada aburrida al contrario es muy emocionante aunque perturbadora porque en este caso los asesinos no son montruos raros ni con máscaras ni nada por el estilo… son solo dos jóvenes psicóticos de los cuales uno no sospecharía por su cordialidad y cortesía. Excelente y garantiza emociones fuertes.



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